El cinturón de seguridad, un salvavidas de casi 60 años


El cinturón de seguridad como concepto tiene muchos años. En los años de la década de 1930 se utilizaba en las aeronaves, pero no fue hasta los años 1950, concretamente 1956, cuando Robert McNamara introdujo el cinturón de seguridad en los coches. Y desde entonces, con cada mejora e iteración sobre el concepto inicial se ha conseguido salvar muchas vidas. Porque sí, el cinturón de seguridad salva vidas, y cada día más.

Nils Bohlin mejoraría el típico cinturón ventral, o de dos puntos de anclaje, introduciendo un tercer punto de anclaje y dando lugar no solo al modelo que hoy podemos seguir viendo en nuestros coches, sino a una forma de mantener a los ocupantes de un vehículo prácticamente inmóviles ante un golpe. Pero, ¿cómo funciona el cinturón de seguridad? ¿Cómo es capaz de absorber prácticamente toda la energía que se libera en un choque?

Cuando se produce un choque, la energía cinética del coche y ocupantes se libera, se transforma: el golpe significa simplemente que pasamos de estar en movimiento a estar parados, o a sufrir una deceleración muy grande. ¿Qué pasa con la energía sobrante? Esa energía se disipa entre otras cosas en las deformaciones de la chapa, motor y elementos del chasis del coche, en el «muro» contra el que chocamos, provocando daños, y, si no disponemos de un cinturón de seguridad, en nosotros mismos.

Es decir, la energía cinética se convierte en golpe puro y duro, en roturas de metal, cristales, objetos,… y huesos si no estamos protegidos. ¿Qué hace el cinturón de seguridad? «Simplemente» absorber la energía que de otro modo se liberaría sobre nuestro cuerpo: nos salva la vida. La fuerza de aceleración o desaceleración se miden popularmente en «G», es decir, 1 G es la aceleración de la gravedad: 9,81 m/s2. Una frenada al límite en un coche de calle puede suponer entre 1G y 2G. En un Fórmula 1, podemos pasar de 4 y 5G fácilmente. En un caza de combate pueden experimentarse 9G o más.

¿Cuál es la cantidad de G’s más alta soportada por un ser humano?

42G. Esa es la desaceleración brutal que el capitán Stapp sufrió en ese experimento retratado en el documental. Pero, ¿cómo sobrevivió? En otra parte del mismo documental se contaba que descubrieron cómo, cuanto más apretados estuviesen los arneses, más cantidad de G’s podría soportar el cuerpo humano por un pequeñísimo instante. En nuestra vida diaria no nos vamos a encontrar (¡esperemos!) con desaceleraciones tan brutales, pero este dato nos sirve para convencernos de que el cinturón de seguridad nos salva la vida, y que si nos aprieta es algo bueno: hará mejor su cometido.

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Foto | dylancantwell

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