Prueba: Subaru Legacy Outback, el todocamino. 1: Por dentro y por fuera

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Aunque el Subaru Legacy Outback es capaz de hacer las funciones de un turismo y de un SUV a la vez, no por ello plantea problemas de doble personalidad. Simplemente es capaz de brillar donde lo hacen ambos tipos de vehículos: tanto en la ciudad y en el día a día como en escapadas fuera de carretera. Una receta que él mismo inventó en 1995, y que Subaru ha vuelto a renovar por completo este mismo año, como os hemos venido informando. Partiendo de esta base, vamos a desmigar este polivalente modelo que tanto te lleva a la oficina como al campo, a la guardería con los nenes o a la playa con las tablas de surf hasta la misma orilla del agua… si los ecologistas no miran.

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Al acercarse al Outback aprecias la elegancia de sus líneas, una característica que destaca más en esta generación que en la anterior: ahora tiene un aspecto más exclusivo. Y cuando te acercas y paseas por su perímetro, compruebas que se han añadido protecciones en los laterales y los bajos para que no haya problemas cuando atravesamos pistas de tierra rodeadas de maleza, y que su altura al suelo, 220 milímetros, sirve para sobrepasar obstáculos importantes. Las barras en el techo son otro elemento que aporta sabor campestre sin menoscabo de su pulcritud estética. El coche es grande, mide 4,77 metros de longitud, lo que anuncia un interior muy amplio, y la ficha técnica arroja un generoso maletero de 526 litros de capacidad.

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Al abrir la puerta comprobamos que cinco adultos bien altos viajan cómodos en su interior. Ah, y también que esas puertas vuelven a tener marco –su predecesor carecía de ellos– lo que supone más de rigidez torsional para la carrocería, algo bueno para mejorar el paso por curva.

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Sentados al volante volvemos a encontrarnos con que la citada elegancia de las líneas de la carrocería se ha extendido al interior, donde la calidad percibida es muy superior a la del Outback anterior. Vamos, que a los ojos, el nuevo modelo parece “más coche”.

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Los asientos traseros se abaten por completo en proporción 60/40, el freno de estacionamiento es eléctrico, y si arrancas en pendiente, un asistente se encarga de que el coche no se vaya para atrás incluso en las versiones manuales.

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