Tras visitar Nurburgring, la siguiente parada que haremos con Enrique García Ojeda a los mandos del Subaru Impreza WRX STi serán los tramos del Rallye de Montecarlo. Pero, ¿que tiene de especial este asfalto?
Algunos expertos afirman que el Rallye de Montecarlo fue el primero del mundo, el que dio nombre a esta especialidad automovilística. En todo caso, en aquel 1911 en el que se celebró su primera edición inaugurada por Alberto I de Mónaco todavía eran pocas las carreras cronometradas.
Desde entonces la reputación de vencer allí marcaba de por vida a coche y piloto, y fueron míticas las victorias de los Mini, de los Porsche 911, de los Lancia Stratos… el dominio tradicional de los pilotos locales se truncó con la llegada en los años 60 y 70 de los finlandeses voladores, a los que el italiano Sandro Munari se sumo posteriormente, dando paso en los 80 y 90 a nombres como Sainz, Auriol, Makinen o Loeb.
Por aquel entonces, hasta 1997, una de sus peculiaridades más singulares era la dura etapa de concentración: cada equipo salía desde una capital de Europa y debía cumplir un tiempo para recorrer la distancia que le separaba del principado. En cada una de ellas, hasta a miles de kilómetros, la salida era una fiesta acompañada por cientos de aficionados. Imagínate todos los que podían acudir a Mónaco. Ahora ya no forma parte del Campeonato del Mundo de Rallyes por imposición de la FIA, pero si del IRC, y es organizada por la misma escudería que se encarga de la carrera de Fórmula 1, el Autómovil Club de Mónaco.
Una de las mayores dificultades de la prueba monegasca, y por ello excelente campo de pruebas del que en el pasado han salido muchas innovaciones para los modelos de serie, radica en los cambios de firme, aunque todo él transcurra sobre asfalto. En un mismo tramo del rally puede haber asfalto seco, lluvia, nieve y hielo, sol o niebla, día o noche, lo que hace que la experiencia del conductor sea clave para lograr la victoria. Por ello los pilotos de rallyes suelen ser de mayor edad que los de circuitos. Cuando los tramos superaban con creces los 30 kilómetros de longitud, y alcanzaban 60 y 80 –algo impensable hoy día– llegó a darse la circunstancia de que los equipos llegaban a cambiar ruedas en plena cronometrada, pues el piloto recuperaba el tiempo al final con ello.
No me cabe duda de que este terreno es el ideal para el Impreza STi, es el lugar donde un Ferrari las pasaría canutas para alcanzarle, y muy pocos vehículos del planeta le pondrían en apuros. Su tracción total para el agua y la nieve, la maniobrabilidad máxima para las curvas cerradas, las que los pilotos llaman “paellas” u “horquillas”… si en Nurburgring deberá apasionar, aquí puede marcar el ejemplo de cómo surcar el asfalto en el menor tiempo posible… y con la mayor diversión.
Un comentario
Disfrutar de los tramos que comentas tiene que ser la caña, sobre todo cuando sabes que están cerrados al tráfico y puedes utilizar todo el trazado.
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