El Impreza STi y García Ojeda hacia Nurburgring: Capítulo 5, en el Turini

Bueno, ahí está, el Alto del Turini. Desde la señal que anuncia que faltan unos 30 kilómetros todo son curvas y curvas. El recorrido es apasionante, no muy distinto a los tramos del norte de España. Aun lado está la montaña, y a menudo, al opuesto solo un pequeño muro de piedra discontinuo nos separa de imponentes barrancos. Además de protegernos, hace que el viento suene tartamudo cada vez que aparecen y desaparecen.
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En la cima, entre montañas alpinas, solo hay un pequeño hotel y un restaurante rodeado de árboles, el asfalto se hace un poco más ancho, con marcas en el suelo para montar protecciones los días de carrera. Pero ahora no hay aficionados presentes, ni deportivos de infarto, prácticamente no hay tráfico… no hay casi nadie. Solamente un par de tablones de anuncios llenos de fotos de carreras y con placas del Rallye de Montecarlo encima insinúan que, una vez al año, este lugar es sagrado para los automovilistas. Estamos solos, el contraste con Nurburgring es importante, y eso que circular aquí es gratis. Este lugar le pasaría inadvertido a cualquier turista. Pero no a nosotros. “En invierno, cuando se hace el Rallye, el Turini está lleno de nieve y hielo” –me comenta Ojeda– surcarlo ahora resulta mucho más fácil.
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El recorrido es particularmente lento porque la cantidad de curvas es impresionante, se atropellan unas a otras, paella de izquierdas, más curvas, paella de derechas, una y otra vez, los barrancos, los muros… La conducción se hace exigente, también apasionante.
 

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“Yo corrí el tramo del Turini en el Rallye de Antibes, del IRC” –me cuenta Quique– “era el último de la carrera, y a él llegué líder por medio minuto. Desafortunadamente, la mecánica falló y ahí me quedé. Aun así, sigo considerando este asfalto como el más prestigioso del mundo, es el tramo que todo piloto de rallyes querría ganar y por eso le tengo cariño”.

Se hace de noche, y recordamos que, historicamente, es cuando siempre se ha disputado. “La noche de Turini”, decían. Quique sube y baja el tramo disfrutando de cada curva. Y para hacer noche, debemos deshacerlo una vez más hacia Montecarlo. Toda la zona está llena de curvas. Es como un harén…
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Nurburgring y Montecarlo. Tengo la sensación de que, como aficionado al automovilismo, este viaje es uno de los que hay que hacer una vez en la vida. Como colofón, Quique nos dio una sorpresa: el restaurante Stars ‘n’ Bars, una hamburguesería nada cara –y menos pensando en que está frente al mar, en Mónaco– completamente decorada con cascos, motos, coches, monos… todo lo que han utilizado para correr los mejos pilotos de rallyes y circuitos, desde el primer campeón de motos hasta Ayrton Senna pasando por Auriol o Kankkunen. Dicen que no es difícil ver por allí a Michael Schumacher

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