Dos ingeniosos asistentes al aparcamiento del siglo pasado


En el presente, los sistemas que nos asisten en la maniobra de aparcamiento empiezan a ser, tímidamente, protagonistas de noticias y reportajes. Es cierto que a veces aparcar en según qué plaza es una tarea titánica, por no decir tediosa, exasperante y, en alguna ocasión, frustrante, o carne de cañón para un vídeo que aparecerá en YouTube y hará las delicias de miles de curiosos.

En realidad, aparcar es tan difícil como estrecha sea la plaza a la que optamos, y también influye negativamente en nuestro estrés, y en nuestra capacidad para liarnos con las maniobras, la cantidad de tráfico que estemos reteniendo mientras intentamos encajar el coche en el lugar perfecto. Si tuviésemos alguno de estos ingenios en el coche, no habría apenas plaza que se nos resistiese. Pero aun siendo espectacularmente eficaces, habría que ver si estos inventos se podrían homologar.

Las ruedas directrices retráctiles

Si hablamos del «siglo pasado», el siglo XX, podemos pensar en los años 1990, 1970, por ejemplo. Pero estamos a punto de ver una solución 100% eficaz para favorecer un aparcamiento rápido y sencillo, en casi cualquier plaza (de longitud igual o mayor a la del vehículo), y que data de 1927. Hace ya 88 años desde que se filmaron estas imágenes, en las que se ve cómo mediante un mecanismo oculto, el eje delantero se pliega de forma que ambos neumáticos quedan prácticamente en línea, y gracias a ello se consigue un giro circular perfecto, que permitiría colocar el coche enfilando a la plaza en cuestión.

Lo ingenioso del sistema es la manera de conseguir que el coche gire, porque si nos fijamos bien, se consigue con las ruedas traseras (una gira en sentido inverso a la otra), y lógicamente no con las delanteras, que como se aprecia en el vídeo no tienen capacidad de tracción.

La quinta rueda

Si acabamos de ver la solución definitiva para el caso del tren delantero, en los años 1950 se inventó este ingenio que veremos a continuación, pero sin modificar el comportamiento de un solo eje. La simpleza del invento era dar uso a la rueda de repuesto, la «quinta rueda», de forma que mediante un probable ingenio hidráulico, se desplegaba cuando se fuese a iniciar un aparcamiento. De esta manera, levantando el eje trasero del suelo, el coche podía rotar alrededor del eje delantero, colocando la trasera del vehículo en la posición adecuada para facilitar la maniobra. Una solución seguramente mucho más compleja desde el punto de vista mecánico y de diseño, que su hermana de 1927.

Como es más que evidente, ninguno de estos inventos pervivió, ni se implantó como la solución ideal para mejorar el aparcamiento, y es que cuanta más complejidad mecánica «extra» introduzcamos en un sistema, más posibilidades tenemos de que algo falle.

Foto | FotoSleuth

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