¿Sabías que hubo una época en que el futuro eran carreteras de madera?

Hoy en día cualquier se reiría a carcajadas de plantearse siquiera la posibilidad de construir carreteras de madera. Es simplemente inviable, insostenible y perjudicial para el medio ambiente, además de ser un verdadero peligro, una pista de patinaje en cuanto las primeras gotas mojasen su superficie, y el musgo empezase a tomar posesión de la carretera. Pero hubo una época en la que las carreteras de madera no solo eran una innovación, sino que a priori mejoraban lo presente.

En la década de 1840, en los Estados Unidos, las carreteras no eran más que caminos de grava (en el mejor de los casos) que cuando las condiciones climáticas eran adversas, se convertían en trampas de fango y eran impracticables para los carros. En 1844, una idea brillante cruzó los Estados Unidos como un rayo: carreteras hechas de tablones de madera.

George Geddes fue un ingeniero civil que en un viaje a Canadá descubrió una construcción muy interesante para sustituir las desventajas de las carreteras normales, los caminos de grava normal o los carísimos caminos de grava compactada especial. Con la sencillez de la idea en la mente hizo un primer prototipo en un camino real, y las ventajas empezaron a verse claras. La noticia se difundió rápidamente y los pedidos comenzaron a ser realidad.

Había proyecto de miles de kilómetros de «nueva calzada» por todos los Estados Unidos, porque además de ser sencillo y barato de construir (y de hacerse con la materia prima), permitía acortar distancias, o mejor dicho reducir tiempos de tránsito entre localidades ya que sobre esa superficie lisa y «fácil» las velocidades medias empezaron a subir.

Pero nadie contó con los efectos de la intemperie, que a los pocos años acababa con los tablones de madera utilizados en la construcción de los diferentes tramos. En apenas 4 o 5 años, esas futuristas carreteras fueron desestimadas porque la mayor parte de sus metros de recorrido estaban prácticamente podridos, o bien combados e hinchados por la humedad.

Una gran idea del momento que, por no haber podido predecir la vida útil de la infraestructura, tuvo que ser desestimada y con el paso de los años quedó prácticamente en el olvido. Sin ir más lejos, yo conocía las pistas de carreras, los óvalos de madera, pero no las carreteras de uso común hechas a base de tablones. ¿Y vosotros?

Vía | Xataka Ciencia
Fotos | GBCNet

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